Dos personas viven pared con pared en París y no se conocen. Ambas están solas y tienen problemas para relacionarse. Ambas están en tratamiento psicológico porque esconden heridas que no comparten con nadie.
Sin saberlo, comparten un gato que les hace compañía y un tendero que les aconseja sobre gastronomía y diversiones.
Tierna, romántica, con esa delicadeza propia del cine francés del que me declaro admiradora, la película refleja la soledad de las grandes ciudades y la necesidad que todos tenemos de ser queridos.
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