sábado, 8 de agosto de 2020

TARTUFO, de Molière

 

Ahora voy a proponer una obra de teatro, antigua pero de máxima actualidad, en la que se critica el autoritarismo y la hipocresía religiosa. No sé por qué se me vienen a la mente algunas circunstancias de los tiempos que corren...

Os dejo el comentario que, en su momento, hizo mi amigo Francisco:

Fco. José García22 de junio de 2013, 11:19

En el siglo XVII, Francia tiene la hegemonía en Europa. El Estado está dirigido por dos poderes, la Iglesia y la Monarquía. Junto a los reyes Luis XIII y Luis XIV, estarán dos príncipes de la Iglesia, los cardenales Richelieu y Mazarino. Ambos ejercerán una fuerte influencia política y espiritual que les permitirá dominar la Corte. Sin embargo, Luis XIV se sobrepondrá sobre la Iglesia y esto le permitirá hacer real su máxima, "El Estado soy Yo". En este contexto histórico, en la Corte proliferan un conjunto de personas que tratan de encontrar sus prebendas, son clérigos, artistas, burgueses, intelectuales, cómicos... La rivalidad, competencia y envidia entre ellos es fuerte. Moliére, inteligente autor dramático, saca unos arquetipos que se ha universalizado a lo largo del tiempo. Tartufo es un falso devoto, que utiliza la religión para su provecho y hace un dios a su medida, que le permita ganarse la confianza, del ingenuo y autoritario Argón. Éste, influido por la idea religiosa de espiritualidad y de ganar el cielo, será seducido por la hipocresía de Tartufo, de modo que lo convertirá en su guía espiritual, desoyendo los consejos de toda su familia, hasta el punto de querer casar a su hija con Tartufo y hacerlo heredero universal de todos sus bienes. Se opondrán a este propósito su hija Mariana y su amante Valerio, con la fuerza de sus sentimientos; y Cleonte con sus consejos de hombre de confianza y argumentos de razón, pero con poca capacidad para cambiar la decisión de Argón, más bien sirven para reforzar su autoritarismo. Sólo la capacidad racional y habilidad de seducción de su esposa, Elmira; y la estrategia de su criada Dorina que es capaz de preparar un plan de actuación para desenmascarar al hipócrita; su ironía será un ingrediente fundamental para condimentar esta comedia de Moliére.
El autor toma partido por el Rey frente a la Iglesia, de hecho fue víctima de ésta, porque en varias ocasiones vio prohibida la representación de su obra porque denuncia la hipocresía de los falsos devotos y a los caza herencias que utilizaban para ello la espiritualidad religiosa.
Su representación no ha perdido actualidad a lo largo del tiempo, porque en todos los espacios de hoy se mueve el hipócrita que trata de sacar partido y aprovecharse del incauto. La lectura de esta obra nos permite saborear la riqueza de los diálogos, tanto en vocabulario como en ideas de diferentes situaciones, y releer las ironías de Dolina, que son un deleite.

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